midi-pyrenees

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L'Hospitalet
46500 Rocamadour, Francia
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He de reconocer que soy de esas personas que cuando oyen Francia, lo primero que les viene a la cabeza es París. Pero sin embargo, es mucho más, es un país increíblemente verde, lleno de rincones con mucho encanto y que merece la pena conocer, así que en esta ocasión nos lanzamos a la carretera para visitar la zona sur, los llamados Midi-Pyrénées.

Día 0: Madrid – Espot

Salimos bien temprano de Madrid y haremos noche en Espot, ya que eso nos acercará al inicio de nuestra ruta  permitirá descansar tras 7 horas de conducción. El paisaje es imponente, situado a las puertas del Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, se aprecia un marcado y frondoso relieve en la montaña, que bien merece gastar un par de días en visitar. Existen un montón de rutas de senderismo para todos los niveles, pero una sencilla y especialmente bonita es la de Els Encantats i Estany de Sant Maurici, y apenas a media hora está la preciosa Cascada de Ratera.

El pueblo en sí es bastante pequeño, pero muy bello, con su arquitectura típica de la alta montaña del Pirineo (muros de piedra y tejados de pizarra). Destacan la Iglesia de Santa Llogaia, del s.XII, y el Puente Medieval o Pont de la Torrassa. En las cercanías hay varias empresas de turismo activo que ofrecen actividades tales como rafting o barranquismo entre otras, para completar la visita y pasar un rato entretenido, el precio medio ronda los 35-40 euros.

Día 1: Espot – Bagnères de Luchon

Salimos por la mañana en dirección a Bagnères de Luchon, haciendo un alto en el camino en los increíbles pueblos del Val d’Aran. El primero es Salardú, que en la época medieval fue una villa fortificada. En la zona donde se sitúa la iglesia, existía un castillo, aunque apenas quedan restos de él. Todo el núcleo antiguo se centra en torno a la plaza principal, en la que existe una bonita fuente. Merece una mención especial la Iglesia de Sant Andreu.

De estilo románico, es un edificio de los siglos XII-XIII, en el cual se encuentra el famoso Cristo de Salardú, talla del siglo XII considerada una de las más valiosas del románico de la zona. Conocido con el nombre de Santa Creu, se convirtió en símbolo de protección para el pueblo en momentos difíciles de guerras, pestes, penurias, etc. y generó una peregrinación de los pueblos araneses.

Lo más increíble de su interior son las pinturas murales del s. XVI, muy bien conservadas y que nos muestran  diferentes  figuras y pasajes bíblicos.

Volvemos a la carretera y realizamos nuestra siguiente parada en Arties. Ubicado muy cerca de la estación de esquí Baqueira Beret y de Vielha, presenta una arquitectura típica aranesa, donde destacan su Plaza principal junto al monumento conmemorativo a la vaca y la iglesia románica de Santa María de Arties. Situada en el núcleo antiguo, conserva una muy importante colección de arte de estilos diversos, que abarcan del siglo XII al siglo XVIII.

Fuente: lospobrestambienviajamos

Llega la hora de comer cuando alcanzamos Vielha,  así que decidimos hacer una pequeña parada para descansar y reponer fuerzas antes de llegar al destino final del día. A la entrada hay un enorme aparcamiento gratuito, donde dejamos el coche y nos dirigimos al casco antiguo a pie, aprovechando para ver casas medievales y otros edificios como la casa señorial Ço de Rodès (en la calle Mayor) o la Torre fortificada de Santesmasses también conocida como Torre del General Martinón (casa del siglo XVII que alberga el Museo Etnológico). Cabe destacar la Iglesia parroquial de San Miquèu, cuya parte más antigua data del siglo XII y que conserva el Cristo de Mijaran. Se cree que este busto de madera es el único fragmento que se conserva de la escena de la bajada de la Cruz del siglo XII. Las pinturas góticas y barrocas que se conservan en la iglesia son otros tesoros que no debes perderte de su interior, mientras que en el exterior destaca su imponente torre octogonal rematada con un esbelto campanario de pizarra, típico de Val d’Aran.

Y ya con el estómago lleno ponemos rumbo a Luchon. Es una pequeña ciudad que en tiempos anteriores, tenía que haber sido muy señorial por las grandes casonas, por tener un balneario y pistas de esquí, ya que desde el mismo pueblo salen los telecabinas hacia las pistas de esquí de Superbagnères, pero que ahora está un poco venido a menos.

Fuente: onvqf

Dejamos las cosas en el hotel, situado al lado de la avenida principal y nos vamos a dar una vuelta pasando por el viejo y nuevo balneario. Justo detrás de las thermes, encontramos el Lac des Quinconces, una zona verde, con un pequeño lago, con cisnes y patos, el antiguo telecabina y una carpa de madera, donde antiguamente los clientes del balneario iban a beber un vaso de leche, para eliminar el gusto de las aguas sulfurosas.

Fuente: doyenne

Si disponéis de tiempo, merece la pena visitar y relajarse en el radio Vaporarium de sulfuro. Es un hammam natural con 1.200 metros de túneles excavados en la roca creado en 1929, único en Europa.

Fuente: ladepeche

Muy cerca se encuentra el Parc du Casino, con un montón de especies exóticas de más de un siglo de edad y un pequeño lago. Fue inaugurado en 1880, junto con el Casino, un pabellón de estilo modernista que necesita una reforma. Ambos forman un conjunto agradable para dar un paseo, salir a correr y relajarse en uno de sus bancos.

Como apunte hay que decir que todo el centro es zona azul, y aunque en el hotel nos dijeron que al ser españoles la multa no llega, nos pusieron un recordatorio en el parabrisas, así que por si acaso decidimos mover el coche un par de calles más atrás y estar seguros, ya que el pueblo tampoco es tan grande y no merece la pena arriesgarse. Y otro detalle: no es una gran cantidad, pero al hacer check out nos cobraron 2’20 € de tasa turística, según el hombre de la recepción, para el alcalde.

Día 2: Bagnères de Luchon – Albi

A 10 km de Luchon, al fondo de la Vallée du Lys, se encuentra la Cascada D’Enfer, con una altura de 1200m y un salto de 70m. Está a unos 200m del aparcamiento, y se puede hacer una pequeña ruta de senderismo hasta Gouffre d’Enfer (45 min de marcha), un habitual de la gente que practica barranquismo y punto de partida de muchos senderos hacia los lagos Vert, Bleu, Pic du Maupas o Pic des Crabioules.

Subimos hasta la estación de esquí de Superbagnères por una carretera llena de curvas en forma de «Zeta», vacas incluidas. Al llegar arriba se abre un espacio que deja ver una panorámica impresionante de los Pirineos. Fuera de temporada, mucha gente se anima a hacer rutas de senderismo y de BTT por sus pistas.

Muy cerca de allí se encuentra L’Hospice de France, donde se encuentra un edificio del s. XVII, refugio de viajeros, comerciantes y aventureros. Situado a 1400 m de altitud, tiene una parte de albergue y un restaurante de montaña en un entorno natural privilegiado. Desde allí parten un montón de rutas que harán las delicias de los amantes del senderismo.

Continuamos nuestro camino y un poco antes de llegar a Albi se encuentra el precioso pueblo fortificado de Cordes-sur-Ciel, que se fundó en lo alto de una colina con el propósito de convertirse en un punto defensivo ante el avance de las tropas enviadas para luchar contra los cátaros. La mejor vista panorámica de este pueblo amurallado la tienes desde la cercana colina Pied Haut.

Una vez aparcas el coche en la parte baja del pueblo (hay zona azul en la mayor parte del mismo), para visitar el recinto fortificado deberás subir por una empinada calle, llena de tiendas y puestos de artesanía, y al traspasar la primera puerta, te verás trasladado al medievo, con sus bonitas casas entramadas y el mercado que alberga un profundo pozo excavado en roca.

Lo mejor en este tipo de poblaciones es dejarse llevar y callejear sin rumbo, disfrutando de las vistas que ofrecen y respirando ese aire de paz y tranquilidad que transmiten.

A orillas del Tarn se encuentra Albi, cuya ciudad episcopal (en la que nos alojaremos) forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2010. La mezcla de ladrillo y piedra ha otorgado a Albi el merecido nombre de ciudad roja.

La Catedral de Sainte-Cécile, es una verdadera obra maestra del arte gótico meridional, y la más grande del mundo construida en ladrillo, ya que en esta zona no había canteras de piedra. Tras acceder al interior por un pórtico de piedra en forma de baldaquino quedamos cautivados de inmediato. Nos encontramos ante el más extenso conjunto de pinturas italianas realizadas en Francia al principio del Renacimiento. Especialmente el fresco del “Juicio Final” deja sin palabras. Al parecer es de la misma época de la Capilla Sixtina del Vaticano pero casi no había sido restaurada a lo largo de los siglos, ya que el ladrillo poroso y las saeteras hacen que las pinturas respiren y que el aire circule dentro de la nave.

Además de las pinturas, es imprescindible pasar un rato admirando la pared interior que separa el coro del trascoro y que parece como una tela de encaje de piedra blanca, y el órgano del siglo XVIII.

Al lado de la catedral se encuentra el Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal, que alberga el Museo Toulouse-Lautrec (entrada 8€). Desde los jardines del palacio hay unas preciosas vistas del río y del Puente Viejo.  También merece la pena pasarse por el Mercado Cubierto un pabellón de estilo Art Nouveau que alberga una treintena de comerciantes en dos niveles.

Las calles y las casas más bonitas que ver en Albi se encuentran en el barrio de Castelvieil, que conserva su aspecto de una aldea de antaño. Sus terrenos se organizan a partir de un eje principal, del cual salen calles estrechas que llegan hasta las manzanas con terrenos muy pequeños. Estas casas son modestas, amontonadas en el promontorio, con plazoletas pintorescas que ofrecen vistas extraordinarias de la catedral. Se conoce mejor si se le aborda por el lado sur, desde el campanario de la catedral, siguiendo el sendero de los soportales.

En el barrio del Castelnau, al sur de la catedral, está la casa más antigua de Albi (la casa del Viel Alby) y la casa natal de Toulouse-Lautrec (que es particular y no se puede visitar). Las calles son estrechas y las casas tienen entramados de madera.

Resulta curioso observar mientras caminamos por las calles medievales de Albi, que las paredes de los edificios antiguos no son verticales, sino que se inclinan hacia el exterior conforme se alejan del suelo. El motivo es que los impuestos se calculaban sobre el espacio de la planta baja (que se utilizaba normalmente como tienda), sin tener en cuenta si la planta de arriba, donde se vivía, era más grande.

Otro barrio medieval y con encanto es el de Saint Salvi, cuyos claustro y colegiata del s. XII asocian arquitectura gótica y románica, dando lugar a un curioso resultado estético, parecen dos construcciones distintas apiladas una encima de la otra. Sus calles aún conservan restos de su vocación comercial y artesanal: de los peleteros, zapateros, caldereros… Emplazamiento en la que se desarrolló una zona comercial ya en la Edad Media, hecho que sigue ocurriendo hoy en día. En la parte posterior de la iglesia del mismo nombre, se encuentra la pequeña y encantadora plaza denominada Plaza du Cloitre de Saint Salvi. Hoy en día, sus bajos cobijan restaurantes, y conforma una zona tranquila y muy bonita, desde la que podemos contemplar los contrafuertes de la antigua iglesia.

Siguiendo en el mismo barrio  al terminar la calle de la Grand’Côte, está la llamada Casa Románica u Hôtel de Fenasse. Es uno de los pocos edificios civiles románicos que se conservan en la región de Midi-Pyrénées del siglo XII. En su construcción podemos ver dos períodos distintos por el uso del material utilizado. En el siglo XII se usó la piedra caliza, material usado en las casas de mayor calidad; y  posteriormente, en el siglo XV, remodelada en ladrillo.

Las orillas del Tarn conocían ya una importante actividad comercial en el s. XI: el Port Vielh, el Pont-Vieux, la plaza de la Pile son algunos de los restos de su auge. El barrio de La Madeleine (antiguo barrio Bout du Pont) se encuentra en la orilla derecha del río, y es el enlace entre el centro de la ciudad episcopal y la recreación y la cultura de la ciudad.

El Pont-Vieux (Puente Viejo) fue construido hacia 1040,  y clave para la prosperidad comercial de la ciudad en el Medievo, tanto por el comercio y los intercambios que por él se realizaban, como por el peaje que se cobraba por el paso de mercancías. Fue reconstruido entre 1220 y 1240, de cuya época son los arcos apuntados que podemos ver. Durante los siglos XIV y XVIII sobre sus pilares existieron casas, pero tras la riada de 1766 se demolieron.

Junto al Puente Nuevo, se encuentra la antigua fábrica de harina de Albi, también conocida con el nombre de les Moulins Albigeois o Vermicellerie, molinos de harina que datan del siglo XII. Este edificio fue transformado y ampliado en los años posteriores y hoy es el Centro de Arte Contemporáneo de Albi (Le L.A.I.T.).

Día 3: Albi – Conques – Rocamadour

Dejamos atrás esta preciosa ciudad de aires toscanos para seguir nuestra ruta por los pueblos medievales del sur de Francia. Nuestra siguiente parada en el camino es Conques, con su bella arquitectura rural y sus casas de fachadas de madera entramadas que conforman uno de los pueblos medievales más hermosos del mundo, donde el tiempo parece haberse detenido.

La mejor forma de descubrirlo es subiendo a un mirador que tiene un cruceiro encima de una roca, y desde donde hay unas preciosas vistas panorámicas. Según se llega por la carretera D901 que bordea el río, hay que tomar una carretera que sube hasta el mirador, unos 500 metros antes de enfilar la carretera que conduce al pueblo.

Existen dos aparcamientos de pago (4 € el día, de 9 a 18h). Nada más acercarte por la carretera al primero, hay una caseta con un vigilante, que sale a tu encuentro para cobrarte la tasa. Nosotros tuvimos mucha suerte, ya que a la hora que pasamos por allí (sobre las 12 de la mañana más o menos) no había nadie, con lo que seguimos subiendo y pudimos dejar el coche de forma gratuita la lado del Museo Centro Europeo de Arte y Civilización Medieval, desde el que accedimos al pueblo a pie, bajando por sus empinadas calles empedradas.

A cada paso que damos nuestros ojo se van abriendo más y más, intentando no perder ni un detalle de toda la belleza que nos rodea. Las casas, con sus típicos entramados de madera a la vista en las fachadas, han sido testigos del paso de cientos de miles de personas a lo largo de los siglos. Es un pueblo que hace las delicias de cualquier aficionado a la fotografía, ya que en cada esquina se encuentran detalles maravillosos, la tarjeta SD me pedía un descanso después de llenar gb con miles de fotos desde diferentes ángulos y posiciones.

Nos acercamos primeramente al Castillo de Humières, del siglo XV, el cual reconocerás por su torre con corona de planta octogonal, aunque apenas se distingue entre el conjunto de casas. Actualmente es de propiedad privada y no se puede entrar, en mi opinión no merece mucho la pena subir la cuesta hasta allí, ya que hay sitios mucho más interesantes que ver. Como por ejemplo, la reina del lugar, la enorme Abbatiale Sainte-Foy, una de las iglesias abaciales más grandes del románico. Un poco antes de llegar a la plaza donde está situada, encontramos la Fontaine du Plô, del s.XII, a la que atribuían propiedades curativas y milagrosas, pero que en pleno junio estaba seca.

A escasos metros de la fuente está situado uno de los dos hornos comunales con los que contaba el pueblo, estaban situados fuera de las murallas para proteger al pueblo en caso de incendio y en la actualidad están restaurados y continúan en uso. Seguimos avanzando y nos topamos de frente con ella, majestuosa, cuya entrada principal está rodeada de casas medievales a cada cual más hermosa.

Nos acercamos hasta la puerta, donde se encuentra el impresionante Pórtico del Juicio Final (s. XII), el cual se piensa fue labrado por un escultor que trabajó en el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago.En él se hallan tallados 124 personajes que narran el Juicio Final y son capaces de trasladarnos del cielo al infierno bajo la mirada de un Cristo desproporcionado que levanta su mano. En la parte destinada al infierno hay una inscripción en latín que dice O PECCATORES TRANSMUTETIS NISI MORES JUDICIUM DURUM VOBIS SCITOTE FUTURUM, que viene a significar “Pecadores, si no reformáis vuestras costumbres, sabed que padeceréis un juicio temible”. Si hoy en día sobrecoge, me puedo imaginar lo que supondría para aquellos campesinos iletrados de la Edad Media, capaces de comprender los mensajes con tan sólo leer las esculturas.

El interior es bastante austero y dispone de una ancha nave central con corredores a los lados que liberaban espacio para acoger los peregrinos que acudían a orar ante la reliquia de Santa Fe, la santa martirizada en plena pubertad en la época de los romanos. Este deambulatorio está provisto de unas espléndidas rejas fechadas en el siglo XII. Destaca también la sacristía, decorada con frescos del s. XV que muestran escenas del martirio de la santa.

El mismo año que se fundó se descubrieron los supuestos restos de Santiago en Compostela, y la ruta de peregrinaje tuvo a Conques como una de las paradas secundarias; aprovechando la fama de las reliquias para atraer al turismo de la época. Hoy forma parte del Camino de Le Puy.

En el edificio que hay junto a los restos del claustro de un antiguo monasterio puedes visitar el Tesoro de Conques (6´20 euros), un pequeño museo donde se muestra una colección de relicarios y objetos de oro de un valor incalculable que se remontan a los siglos VI y VII. Al final del corredor se halla la reliquia que venían a adorar los peregrinos en su largo viaje a Santiago, la gran estatua de oro de Sainte Foy o Santa Fe.

Al salir del claustro, nos encontramos con una callejuela perpendicular que nos llevará a la Puerta de Fer, situada en la antigua muralla medieval, que se abre a un espacio natural de tupida vegetación. Hay otras dos puertas interesantes: la de Barry y la de la Vinzelle.

Paramos en una panadería a comprar unos bocadillos y algo de postre y nos lo comemos en la zona de la muralla que está pegada al cementerio, con unas vistas impresionantes. Ya con el estómago lleno y la retina impregnada de bellas imágenes, nos dirigimos hacia nuestro destino para esta noche, Rocamadour, el pueblo que desafía la gravedad y gran descubrimiento del viaje.

Tras varias horas recorriendo las carreteras secundarias atravesando el Parque Natural Regional de los Causses du Quercy (el GPS del coche se empeñaba en que visitásemos cualquier población que tuviese más de dos casas), la sensación de descubrir de repente un pequeño pueblo adosado a una roca en medio de un gran paisaje boscoso fue indescriptible. Paramos a un lado del camino y nos dedicamos a contemplarlo durante un buen rato.

Se compone de tres niveles: Abajo está la villa medieval, en el medio la impresionante Ciudad Santuario y en lo más alto dominando el valle, está el Castillo. En nivel inferior se encuentran dos grandes zona de aparcamiento gratuito y la parada de un «trenecito» que hace un recorrido por la Ciudad medieval y el cañón del Alzou. Si no recuerdo mal, su precio para adultos es de 6 €.

A la ciudad se accede por la puerta del Figuier, antes de continuar por la única calle que tiene (la Couronnerie), en la que todo son tiendas de souvenirs, hoteles y restaurantes; no en vano es el segundo «sitio» de Francia más visitado por detrás del Mont Saint-Michel. Al final de ésta se encuentra la Maison de la Pommette, es una antigua casa de comerciantes que data su construcción en el siglo XIII y que actualmente alberga un taller de artesanía. Existen otras puertas, como la de Hugon, Cabiliert o Salmon.

Esta última se encuentra justo al lado del ayuntamiento, en el medio de la calle principal. Es una puerta de corte medieval con torre de defensa, que servía para proteger a la ciudad en momentos de invasiones. Junto a ella está la oficina de turismo y alguno de los hoteles más importantes. Para mí es de las más bonitas, con sus ventanas de maderas repletas de flores, su tejado puntiagudo y la escalera de caracol que es visible y visitable bajo petición.

Para acceder al siguiente nivel, donde se encuentra el Santuario, podemos tomar un ascensor (2’10€ un viaje, 3’10€ ida y vuelta) o bien a pie desde la Rue de la Couronnerie, la puerta de Saint Martial a través del Camino de la Cruz o desde la Puerta Santa con entrada por la Rue de la Mercerie.

La entrada al Santuario es gratuita y el conjunto está compuesto por seis capillas: St Jean Baptiste, St Louis, St Michel, St Blaise, St Anne y la Basílica de Saint Sauveur. Aunque la protagonista absoluta es la Iglesia de Nôtre Dame. Para llegar existe una escalinata con 216 peldaños (la Gran Escalera) por la cual ascendían los peregrinos de rodillas. A lo largo del ascenso diversos carteles nos recuerdan que muchos personajes ilustres de Francia han pasado por aquí como cualquier otro penitente. Lo mejor es tomarse la subida con calma y disfrutar de las vistas.

Una vez dentro podrás ver que es un lugar tranquilo y oscuro, donde se encuentra una estatua de la Virgen Negra, que es como llaman los turistas a Santa María de Rocamadour debido a su tez oscura. En el exterior hay una espada clavada en la roca, de la que se dice que es la famosa Durandal, la espada del héroe Roldán, aunque hay que fijarse mucho para verla, ya que no es muy grande y debido a su color, se mimetiza bastante con el fondo rocoso. El conjunto es impresionante, a veces no sabes dónde empieza o acaba la roca.

El octavo santuario es el más curioso de todos. Fuera de las pequeñas murallas que resguardan al resto, esta pequeña capilla se construyó con un muro que cierra un recoveco de la roca. Lo más simpático de este lugar es que está dedicado a Nuestra Señora del Óvalo, patrona de los jugadores de rugby. Por eso, en una gran vitrina, se exhiben las camisetas de equipos tan míticos de este deporte como los All Blacks neozelandeses.

Si queremos subir al último nivel y ver el Château (castillo), tenemos un ascensor desde el hasta el santuario y cuesta 2,60€ sólo un viaje y 4,40€ ida y vuelta. El problema es que cierran a las 19h. A partir de esa hora tan sólo podrás hacerlo subiendo por el Camino de la Cruz (Chemin de la Croix).

La subida nos guía a lo largo de catorce estaciones, y en cada una de las curvas que ayudan a la ascensión hay un conjunto escultórico que representa el Vía Crucis de Jesús, aparte de la gruta de la Natividad que se sitúa en un pequeño descanso del camino. Parece duro, pero si vas poco a poco no te das ni cuenta y al poco estás arriba ya. Lo que pasa es que el turismo de peregrinación de este lugar tiene una media de edad que rondará los 70 años (sin exagerar), entonces el uso de los ascensores se hace necesario en muchas ocasiones.

Una vez arriba, en el punto más alto, nos espera el Castillo, elevado a ciento cincuenta metros en plena cúspide del barranco. Tan sólo se puede visitar las murallas (2€) y el exterior, ya que es privado.

Cerca de la Oficina de Turismo, hay una carretera al lado del camping que nos lleva a un lugar cuanto menos curioso: La Forêt des Singes. Una especie de monkey forest donde podemos encontrar 150 Macacos de Barbaria que viven en libertad en un bosque de 20 ha. El parque permite un contacto directo con los monos. Los macacos se acercan a la gente para tomar las palomitas que te dan en la entrada. Tiene un precio de 9€ para adultos y puede resultar interesante y entretenido si se viaja con niños.

Día 4: Rocamadour – Toulouse – Carcassonne

Nos damos un último paseo por el Santuario, buscamos un sitio donde tomar un café y partimos, pasando por el increíble Saint Cirq Lapopie. Al igual que Rocamadour, es un pequeño pueblo medieval situado en la roca, y ostenta el grado de uno de los pueblos más bonitos de Francia. Consta de varios parkings, cuyo precio es de 4€ al día, y no hemos encontrado modo alguno de dejar el coche de manera gratuita. A estas alturas, la memoria del móvil está casi llena, pero no puedo dejar de sacar fotos, ya que cada rincón merece la pena ser retratado desde varios ángulos.

Toulouse es una ciudad de tamaño medio, que se ve perfectamente en un fin de semana y relativamente cercana si vives en la mitad superior de España. La mejor manera de conocerla es perderse por los barrios históricos del centro urbano (Arnaud Bernard, Capitole, Saint-Georges, Saint-Étienne, Carmes y Saint-Cyprien).  Un buen comienzo podría ser tomar la rue Ozenne, y entrar en Saint-Étienne, una de las zonas más bonitas de la ciudad. Fue el antiguo barrio de los magistrados, y en él encontramos un montón de hôtels: palacetes construidos por la burguesía entre los siglos XV y XIX cuya seña de identidad es la mezcla entre piedra y ladrillo, así como exhibir en la entrada puertas de madera desmesuradas.

Uno de los más singulares es el Hôtel d’Espie, actual consulado de Bélgica, que presenta una verja de púas con alambre de espino, de lo más acogedor… y en la rue de Metz ( barrio de Capitole) se encuentra uno de los más bellos, el Hôtel d’Assézat, de estilo renacentista y sede del museo de la Fundación Bemberg, que alberga una importante colección de cuadros renacentistas y del siglo XVII.

Muy cerca nos encontramos la Catedral de Saint-Sernin, patrimonio mundial y parte del Camino de Santiago. Impresiona el llamado tímpano de la Porte Miegeville, construido alrededor del año 1110, constituyendo uno de los primeros grupos escultóricos europeos realizados en piedra tras la desaparición del Imperio Romano.

La rue de la Pomme conduce a la Place du Capitole que está considerada una de las plazas más hermosas del país. En su cuadrilátero se dan cita la famosa Ópera de Toulouse, el ayuntamiento, hoteles de lujo y mercados populares. Al abrigo de sus arcos, una serie de frescos resumen los episodios y personajes más significativos de la villa. Allí aparece la icónica imagen de Capa, Muerte de un miliciano, junto con motivos del Guernica de Picasso, testimonio de la huella que la Guerra Civil Española dejó en la ciudad.

Fuente: Florian Calas et Matthieu Krieger

A medio camino entre el Capitole y el río Garona se erige el Convento de los Jacobinos. Construido a base de ladrillo rojo, símbolo de la ciudad, se comenzó a utilizar como sitio de descanso de algunos célebres personajes como el filósofo Santo Tomás de Aquino.

Fuente:  eric-pourier

Con la llegada de la Revolución Francesa, transformándose en sede de la Sociedad de Derechos del hombre y del Ciudadano. Durante la época de Napoleón, este fue el sitio elegido para el cuartel de caballería. Entre las columnas destaca una que hace a esta iglesia una visita imprescindible en Toulouse. Es la famosa “palmera” que sostiene el presbiterio y sobre la cual recaen 22 nervaduras.

En la otra orilla espera el barrio de Saint-Cyprien, es el telón de fondo perfecto para contemplar el monumento más importante de Toulouse: los atardeceres sobre el Garona. Desde ahí se ven los tres puentes más importantes de la ciudad: el Puente Nuevo, el Puente de Pierre y el llamado Puente de los Catalanes.

Otro lugar interesante para visitar, especialmente si os gusta el tema aeroespacial, es el parque de la Cité de l’Espace, que cuenta con naves espaciales de tamaño natural: la Soyouz de primera generación y la réplica exacta de Mir entre otras.
A nosotros no nos dio tiempo de pasarnos por allí, ya que todavía nos faltaba el último destino: la ciudadela medieval de Carcassonne.

Rodeada por una doble muralla de 3 km de longitud, en su interior se conserva el aspecto de las ciudades medievales europeas con calles angostas y tortuosas, edificaciones de fachadas con entramados, junto con elementos propios, como el castillo y la basílica de Saint-Nazaire.

No exagero si digo que una vez allí os podéis llegar a cansar de tomar millones y millones de fotos de esos torreones al fondo punzando el horizonte. El acceso se realiza desde el puente levadizo por la Puerta de Narbona. Una fortificación avanzada o barbacana, llamada de Saint-Louis, se encuentra justo enfrente de la puerta como puesto defensivo. El conjunto se encuentra rematado por un pequeño altar coronado en forma de trébol y donde se emplaza una representación de la figura religiosa de la Virgen María. La rehabilitación emprendida por Viollet-le-Duc la dotó de una imitación de puente levadizo que no existía originalmente, mientras que el almenado y la cubierta fueron reconstruidos con pizarra. Poco a poco vas ascendiendo por una calle empinada, salpicada de tiendas de artesanía y souvenirs, que hace las delicias de cualquier viajero.

El castillo y sus murallas incluyen nueve torres, dos de las cuales son de época visigoda: la torre de la capilla y la torre Pinte, la más alta de la ciudad. El acceso al castillo tras pasar la puerta principal conduce a un patio rectangular rodeado de edificios alternados de entre el siglo XII y el XVIII; las paredes septentrionales están flanqueadas por simples pórticos mientras que al sur y al este se encuentran dos edificios. En el del sur se encuentra la cocina y la torre Pinte, que da acceso a una segunda tribuna; poseía otra edificación, destruida, de la que son visibles las vigas del primer piso y varias ventanas. La entrada tiene un coste de 9 € para adultos.

En la ciudadela existen dos pozos, el denominado Pozo Grande, que es el más antiguo, y según cuenta la leyenda oculta un tesoro en el fondo desde el tiempo de los visigodos, y el Pozo Pequeño. Tras visitar la ciudad intramuros, nos dirigimos al exterior por la Porte d’Aude. Al lado derecho, al fondo, se puede ver la Torre Pinte, utilizada como punto de observación y para trasmitir señales. También a la derecha puede observarse la Torre de la Justicia, que guardaba los archivos de los inquisidores. La rampa de acceso se iniciaba en la barbacana hoy desaparecida; la pendiente asciende no en línea recta sino mediante diversas curvas y giros, para penetrar en la fortaleza atravesando en realidad dos puertas sucesivas. Se trata de una parte de la muralla de origen visigodo, que quedaba reforzada en ese lugar por el hecho de estar sobre elevada la propia muralla, que a su vez se reforzaba con tres contrafuertes edificados en el siglo XIII. El matacán hoy visible no forma parte de la construcción original, sino que es un añadido efectuado por Viollet-le-Duc durante su restauración.

La otra visita obligada es la basílica de Saint-Nazaire, con su mezcla de estilos románico y gótico y sus fantásticas vidrieras restauradas. Fue en su origen la antigua catedral de Carcassonne, hasta el año 1801, momento en el que fue reemplazada por la Catedral de Saint-Michel, situada en la parte baja de la ciudad.

En la basílica se encuentra la denominada Pierre du siège (Piedra del asedio), una representación esculpida en una losa de piedra del sitio de Toulouse en el siglo XIII durante la cruzada albigense, y un órgano del s. XVII, considerado de los más antiguos del Midi francés.

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Posted: 12 agosto, 2017

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Category: All World, Europa, Francia

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